Por Jorge Manuel Zelaya Fajardo
www.jorgemanuelzelaya.com
Mayo 28, 2020
Generalmente cuando uno escucha la
palabra estoico inmediatamente
piensa en un adjetivo calificativo de una persona fuerte mental y físicamente, con
muy poca expresión de sentimientos y alta tolerancia al dolor que le permite resistir
mucha presión. Aunque hay algo de cierto en esas aseveraciones, la pura verdad
es que la filosofía estoica es mucho, mucho más que eso. Por lo anterior
me he dado a la tarea de escribir unas líneas, que aunque pocas en cantidad,
puedan brindar una síntesis interesante de lo más relevante de dicha escuela de
pensamiento.
El estoicismo es una escuela
filosófica de vida fundada por Zenón de
Citio (336 AC – 264 AC) en la antigua Grecia. Su doctrina está basada en una relación entre
la razón, la virtud, la mejora de la sociedad y la naturaleza. Su meta última
es alcanzar felicidad y sabiduría prescindiendo de bienes materiales y
circunstancias externas. Su éxito se extendió desde sus inicios en el Stoa
(plaza abierta en Atenas donde se
congregaba a enseñar Zenón de Citio)
Como toda filosofía tiene dos
elementos intrínsecamente conectados: la metafísica
( como funcionan las cosas) y la ética ( como nos comportamos con las cosas ).El estoicismo define a los
seres humanos somos seres sociales y racionales. Los dos pilares fundamentales
del estoicismo son las virtudes y el control. La escuela estoica concibe como primordiales
las virtudes
de sabiduría práctica (aplicar la razón y conocimiento al día a día),
justicia (darle a cada cual lo que le corresponde), valor (especialmente el moral
de hacer las cosas correctas) y templanza
(tener medida al hacer las cosas). En cuanto al control, la
filosofía estoica establece que hay sólo dos tipos de situaciones: las que
puedo controlar (sobre esas debo actuar
diligentemente) y las que no puedo
controlar (sobre esas no debo preocuparme
del todo).
Tanto en ciencia como en religión, en
deporte como en arte, uno aprende mucho de los seres humanos que profesan
activamente, a la largo de sus vidas y en carne propia, los preceptos que predican las filosofías que
profesan . De ahí que podemos aprender de las vidas y en enseñanzas de los más
importantes exponentes del estoicismo, como lo fueron Zenón de Citio ( fundador),
Séneca ( ilustre senador romano y consejero), Epicteto ( nacido esclavo
que se supero asi mismo) y Marco Aurelio ( emperador romano que sobrellevó con éxito una pandemia, dos grandes
guerras, serios conflictos políticos y problemas de salud). Cada uno de
ellos, entre sus propias debilidades y errores humanos, lograron mejorarse a si
mismo practicando el estoicismo.
De hecho la influencia de los filósofos
estoicos ha sido estudiada con especial atención por todo tipo de personas a lo largo de la historia.
Muy particularmente, pero no de manera exclusiva, el libro MEDITACIONES de
Marco Aurelio, quien nunca buscó publicar el trabajo como libro, sino más bien
era un cuaderno de trabajo o diario de aprendizaje privado. El estoicismo ha sido
estudiando por figuras que van desde Pablo de Tarso hasta René Descartes, desde Shakespeare hasta
Nelson Mandela, desde Abraham Lincoln hasta líderes corporativos de Silicon
Valley.
De igual manera existen frases icónicas que describen en pocas letras muchos de los
pensamientos claves de la filosofía estoica como ser amor fati (amar lo que nos
sucede), memento mori (la muerte es inevitable) y premeditatium malorum ( prepararse para el peor escenario).
El estoicismo es, en resumen, una escuela de
pensamiento. Una filosofía de vida. Un modus operandi. No es una moda. No es un
“trending topic” en redes sociales. En lo particular me declaro un profundo
admirador confeso y ávido estudiante del
estoicismo. Creo que lo que más me llama la atención de la filosofía son sus
dos pilares fundamentales (las virtudes y
el concepto de control). Me emociona
pensar que puedo atreverme a practicarlos con la meta de llegar a la meta.
Sin embargo para ser consistente como
esa preciosa frase de latín que dice acta non verba ( acciones no palabras), me permito compartir ciertas acciones
sencillas, cotidianas y accesibles que nos pueden ayudar a practicar la teoría del
estoicismo. En ellas me atrevo a citar sin ningún orden preconcebido: escribir
en un diario, caminar para pensar, usar el tiempo sabiamente, practicar absoluta concentración en una sola
cosa a la vez, hacer algo incómodo cada día para incrementar el umbral de la adaptabilidad,
despertarse temprano, entender que las emociones son inevitables pero que
pueden ser dosificadas y sobre todo saber que tengo la libertad de escoger como
responder a los estímulos del exterior para no ser esclavo de las circunstancias.
En los momentos que atraviesan nuestros
países, nuestras regiones y nuestro mundo, el estoicismo me brinda, en lo
personal, una brisa fresca de que la ESPERANZA de que todo mejore, comienza en
que yo mejore primero. Una especie de KAIZEN individual que tarde o temprano,
ayudará a que TODOS mejoremos, inevitablemente. CARPE DIEM.
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