Por Jorge
Manuel Zelaya Fajardo
www.jorgemanuelzelaya.com
Mayo 2, 2019
El título de este
escrito puede ser un tanto engañoso, particularmente si usted está familiarizado con el método de estudio de las universidades en
los Estados Unidos, ya que el sufijo numérico 101 es utilizado para describir un
curso introductorio de una materia a nivel de principiante ( por ejemplo física 101, Administración 101
y otras similares). En este caso el sufijo, es precisamente lo contrario.
Roger Federer, el tenista suizo nacido el 8 de agosto de 1981, es considerado
por muchos expertos como el más grande tenista de todos los tiempos. La verdad
es que los números (resumen preciso de
sus resultados en cancha) detrás de Federer son sobrecogedoramente contundentes:
20 grand slams ( serie de cuatro eventos
supremos del tenis profesional que anualmente se juegan en el Abierto de Australia, Abierto de Francia, Wimbledon
y Abierto de los Estados Unidos) colocándolo como el único jugador varón en
la historia en lograrlo. De igual manera es el único en la historia en ostentar
la posición # 1 como tenista del mundo de la ATP (récord mundial histórico mantenido por 310 semanas consecutivas).
Sin embargo, el número
que capta nuestra atención esta vez es el 101. Porque el domingo 31 de marzo de
2019, en horas de la tarde, Federer le ganó
al tenista norteamericano Jon Isner en la final del Abierto de Miami para lograr su
trofeo como campeón número 101, casi 20 años después de obtener su primer título en Milán a los 19 años , cuando ocupaba la posición número 27 del ranking mundial. Realmente resulta casi poco realista pensar
que un ser humano pueda ganar 101 trofeos de campeón de un torneo de tenis
(solo el tenista Jimmy Connors lo supera con 8 trofeos más de
campeón de algún torneo profesional). No son medallas o cintas de
participante, es un trofeo como el mejor de todos en dicho evento.
Ganar 101 trofeos
de campeón de cualquier cosa es un tema de extrema relevancia. Nos hace pensar
desde lo profundo hasta lo superficial. Las preguntas que surgen son: ¿Como puede un ser humano ganar más de un centenar de
competencias de alto nivel profesional global durante casi 20 años de carrera
de manera consistente? ¿Dónde
guarda los trofeos? ¿Qué actitud tiene
este hombre cuando empieza un torneo? ¿Cómo y cuánto entrena? ¿Su éxito es puro talento natural que solo el tiene? ¿Que lo
diferencia de los demás? ¿Qué hábitos tiene para lograr tan
épica hazaña? ¿Podrá lograr superar el record del tenista Jim Connors a sus 40 años
de edad?
La verdad es que las
respuestas, aunque nada fáciles, no dejan de ser simples. Durante muchos años
he estudiado el comportamiento de Roger Federer, dentro y fuera de la cancha,
debido a mi pasión por el deporte blanco.
Roger Federer es
un campeón por que ha trabajado para serlo. Poseedor de un talento natural
fuera de contexto, nunca se ha conformado con lo que la naturaleza le ha brindado.
Muy temprano, comprendió que su mal carácter en la cancha al inicio de su
carrera ( muy parecido al de John McEnroe en la década de los 80s) debía cambiar si quería ser la mejor versión de
sí mismo. Empezó un plan, lo ejecutó y alcanzó
la meta. Su manera de comportarse como un predador feroz
en la cancha lo contrarresta con su humildad en palabras y expresiones
emocionales después de varias finales. No hay nadie que pueda decir que al ver entrar
a Federer a una final de Wimbledon su lenguaje corporal grita a voces que será el
ganador, aun sin haber tocado la pelota. Su elegancia, candor y sentido del humor
parecen distraernos de su implacable enfoque en metas, resultados y sed de
ganar. Su pasión en la mejora continua y su alta inteligencia emocional en sets
decisivos, lo hacen muy diferente. Su gracia,
consistencia y la forma de dominar voleas, retornos, pelotas perdidas es
inigualable. Sin embargo, tal vez el aprendizaje
más grande de los 101 trofeos ganados de Federer es su fortaleza mental
expresada en otro número: 52. El número 52, es la
cantidad de veces que Federer ha perdido una final de un torneo. Es decir, que
varias veces ha regresado a casa sin alcanzar la meta. Ha perdido en grande. Ha
tenido el trofeo cerca, pero no lo ha obtenido. Ha sufrido en silencio y en público.
Sus resultados son impresionantes, pero sin duda lo más impresionante es que
los ha logrado con una suigéneris mezcla de actitud, sistema y aptitud. Tres lecciones
que podemos aplicar en nuestros propios torneos no necesariamente deportivos.
Me encantoooo!
ReplyDeleteMuy bueno, enfoque, no dejar que la misma mente nos opaque nuestras ganas de luchar y triunfar.
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